24 mar 2009

Ahora se estaban mirando. Él y ella. Ella y él.
Él era tímido. ¿Quién no lo es, en el fondo? ¿Quién no se ha preguntado, con un desaliento que supera todas las fuerzas que uno podría llegar a reunir, cuántas iniciativas tomar, cuántos gestos hacer y palabras decir, cuántos laberintos recorrer para llegar al momento en que al fin empiece a suceder la realidad?
Pero cuando ese momento llegó, ya nadie es tímido: no podría serlo, aunque quisiera. Las cosas le están pasando. Se inclinó hacia ella como el cielo se inclina sobre la tierra, y la besó. Los labios tocaron labios que nunca hubieran creido que fuera posible tocar, y por eso solo hecho los cuerpos y las almas se comunicaron. Si ese lugar ya no existía,
todo estaba permitido.
Temblorosa y apasionada ella alcanzó a pensar, como desde muy lejos: "No me pidió nada, no me dijo nada. Solamente me besó". Y antes de rodearlo con sus brazos y cerrar los ojos llegó a esta conclusión:

Qué inteligente es!

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